Literature
Vencer al Infierno
Estiro las piernas y me coloco bien el pantalón de cuero negro. Las hebillas de la camisa de fuerza tintinean, ahora cuelgan como grandes cascabeles de acero, pero sé que pronto servirán para que las correas me obliguen a mantener los brazos pegados al cuerpo, sobre todo mis manos, mis preciosas manos. Las beso, las adoro, con ellas realizo maravillas y, lo más importante en este infierno, con ellas sobrevivo.
Mientras espero, observo mi celda gris y aséptica de cuatro por seis metros. No tiene ventanas; paredes, techo y suelo son de cemento, liso e impersonal, por lo menos se encargan de mantenerlo tibio. Una de las